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La Ordenación es el medio sacramental establecido por Dios para conferir a los hombres que Él elige uno de los tres grados del Sacerdocio de Su Iglesia. El otorgamiento de los Órdenes Sagradas, a través de la imposición de manos, es el signo visible y la afirmación de un llamado a una vida de servicio y mayordomía, en el nombre de Cristo, para nuestra Santa Fe y para nuestra Santa Iglesia.Dado que este Santo Misterio posibilita los otros Sacramentos y los ritos y las oraciones comunes de la Iglesia, todo hombre que aspira al Sacerdocio requiere examinarse a sí mismo, ser aprobado por otros, y estar calificado para servir.
Debe ser Ortodoxo (Canon de Nicea 19); irreprochable en fe y conducta (Tito 1:7, 1 Timoteo 3:2 y 4:14, Canon de Laodicea 12); instruido en la Escritura, en la Tradición y en los Cánones de la Iglesia; de buena salud y sin defectos físicos que lo inhiban en el cumplimiento de su ministerio (Canon 78 de los Santos Apóstoles). Los candidatos pueden ser casados o no, pero la decisión al respecto y, dado el caso, el Santo Sacramento de la Coronación/Casamiento deben efectuarse antes de la ordenación al Diaconado.Sin embargo, lo enfatizamos, Dios mismo, por amor especial, es el que elige, "el que llama" ("kalon", Gálatas 5,8; Romanos 9,11; 1 Tesalonicenses 5,24; 1 Pedro 1,15). Llama por Cristo a los Apóstoles: "Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres" (Mateo 4,19). Llama a la paz y a la alegría. Acudamos sin temor. "Entremos, pues, en el descanso los que hemos creído" (Hebreos 4,3)
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